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Cinco destinos rurales sin salir de la Comunitat

Bocairent

Escrito por Almudena Ortuño

2 diciembre, 2019

Se avecina el Puente de Diciembre, y nosotros venga a mirar hacia fuera, con todo lo que tenemos dentro. Si estás planeando una escapada, aquí van algunas propuestas de interior contra el meninfotisme


Un meninfot es alguien pasota, pero tampoco con todo, sino concretamente con lo suyo. Cuando decimos que los valencianos pecamos de meninfotisme, nos estamos refiriendo a ese complejo histórico, que nos lleva a poner en valor lo de fuera, para luego olvidar lo propio. Pues bien, en el Puente de Diciembre pasa un poco lo de siempre. Creemos que en todas partes estaremos mejor que en casa, nos aventuramos a buscar vuelos por Internet y preparamos maletas con ruedas, porque las vamos a arrastrar hasta bien lejos.

¿Y nadie ha pensado en una escapada rural por la Comunitat? Que Londres tiene mucho rollo, pero Bocairent también va sobrado de encanto, queda más cerca y pica menos en el bolsillo. Hay tiempo para todo… también para los pueblos. A continuación vamos a darte cinco buenas razones para mirar hacia el interior de nuestra región, por si quieres cambiar de planes, o sencillamente todavía no los tenías. Solo te hará falta un coche y asegurarte de llevar el móvil, bien cargado y con la cámara a punto, porque tú también vas a presumir en Instagram.

Bocairent. El pueblo roca

Lo dicho… Bocairent. Situado a los pies de la Sierra de Mariola, a una altitud de 660 m, anuncia su belleza desde la carretera (solo hace falta ver la imagen del encabezado). El casco antiguo de este municipio, en la comarca de la Vall d’Albaida, está declarado conjunto Histórico-Artístico, de manera que pasear por sus callejuelas y sus plazas empedradas devuelve a la época árabe y medieval. Es impresionante el aprovechamiento de la montaña, en construcciones como la cava de Sant Blai, que es una galería excavada en la roca para llegar a un almacén de hielo, o les covetes de los moros, cuyas cavidades tal vez fueran sepulcros, aunque realmente siendo un misterio. El paseo es de rigor, y luego el café con vistas a la Sierra Mariola, que además puede llevar el  típico licor del Herbero, elaborado a base de anís y hierbas del monte.

Morella. El pueblo fortaleza

Viaje al Norte, a Castellón, donde hay una localidad muy especial, que da nombre a su comarca. Un bastión medieval. Destacan su castillo y sus murallas, levantadas en el siglo XIV y con más de 2 kilómetros de recorrido, para proteger las numerosas iglesias que se prodigan en su interior, ya sean góticas, barrocas o neoclásicas. En Morella hay que pasear por las calles escalonadas y bajo los soportales de Blasco de Alagón; recorrer la montaña por el paseo de la Alameda y contemplar desde las afueras el acueducto de Santa Lucía. Se puede disfrutar de pinturas rupestres y el Santuario de la Virgen de Vallivana, donde se realizan romerías cada seis años. Y buena gastronomía, buen guiso, que saben combatir el frío con caldo. Es tierra de setas y de trufa negra; de caza; y tienen su propia receta de sopa y croquetas morellanas. 

Escapadas rurales Valencia
Las murallas de Morella

Requena. El pueblo del vino

Visitar una bodega, conocer cómo se elabora el vino, alojarse entre viñedos, maridar las copas con la buena gastronomía de interior. Suena apetecible, y es posible en Requena. El municipio se encuentra en lo más profundo de la provincia de Valencia y es un destino perfecto para saber más sobre las bondades de la vid. La mesa es un gran reclamo, a cuenta de buenos tintos de uva Bobal, y una producción de cavas cada vez más interesante, pero también porque se maridan con gran variedad de embutidos artesanos y en los restaurantes se preparan los guisos típicos del recetario manchego. En cuanto al casco antiguo del pueblo, La Villa, está rodeado por una muralla con sus torres de defensa y sus puertas de acceso. Mientras uno pasea, puede descubrir las numerosas cuevas que en épocas anteriores fueron empleadas como bodegas.

Guadalest. El pueblo doble

Ahora al Sur, a Alicante, donde la montaña presume de tanta belleza como el mar. En ella está enrocado un pueblo único, en valenciano El Castell de Guadalest, que disfruta de vistas inmensas sobre el pantano y el valle del mismo nombre. También tiene uno de los conjuntos arquitectónicos más emblemáticos de la Marina Baixa, con dos fortalezas del siglo XI (el Castillo de San José y el de la Alcozaiba), bellos palacios (la Casa Orduña, del siglo XVII) y una iglesia barroca (Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVIII). El casco de esta localidad está dividido en dos barrios bien diferenciados: el del Castillo, colgado en lo alto de la peña y protegido por la antigua muralla; y, el del Arrabal, de creación posterior, en las faldas de la montaña y surcado por calles empedradas, salpicadas aquí y allá por las pequeñas casitas. Aunque parecen dos mundos, curiosamente, se comunican a través de un túnel en la profundidad de la montaña. 

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El Castillo de Guadalest

Chulilla. El pueblo de las rutas

Por último, un enclave que todos relacionamos con la naturaleza, y no es para menos. En pleno Cañón del Río Turia, se encuentra Chulilla, localidad donde se puede practicar la escalada o recorrer numerosas rutas senderistas. De hecho, es famoso el recorrido de los Puentes Colgantes, con paredes de 80 metros de altura. También está el río, que forma una hoz en torno a las casas, y tiene un tajo muy curioso conocido como el Salto de Chulilla (u Hoz de la Punta), donde el cauce cae por un canal de 160 metro de altura y  tan solo 10 de anchura. En el pantano pueden utilizarse piraguas y kayaks. ¿No eres un aventurero precisamente? Pues quédate con el legado histórico, que incluye obras como su Castillo, la Iglesia de la Virgen de los Ángeles, la Ermita de Santa Bárbara o la de San Josep. También son destacables sus pinturas rupestres.

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