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Caras locales: Santiago Calatrava

Santiago Calatrava

Escrito por Almudena Ortuño

22 octubre, 2019

Una aproximación a la trayectoria del arquitecto valenciano más internacional, cuyas obras siempre están envueltas de controversia

Ha sido el arquitecto valenciano más popular de las últimas décadas; también el más polémico. Santiago Calatrava (Benimámet, 1951) ha cambiado la admiración por la suspicacia, tanto entrelos miembros de su profesión, como de la sociedad en general, y casi siempre por motivos que propasan su trabajo. Qué duda cabe de que su obra quedará para la posteridad. Para bien o para mal, la Ciudad de las Artes y las Ciencias cambió la imagen de València en el mundo, y tampoco se quedan atrás sus puentes (en Bilbao, Dublín, Buenos Aires…) y estaciones (en Lyon, Lisboa o Lieja).

En Atelier Jōm consideramos la reflexión en torno su figura, cuanto menos, necesaria. 

Vayamos al principio de la historia: siempre sintió inclinación hacia el dibujo. Calatrava se alistó en la Escuela de Bellas Artes a los 8 años, estudió en París y en Zúrich durante su juventud, y se licenció como arquitecto e ingeniero. Finalizada su formación, se dedicó a consolidar su propio despacho y a participar en concursos internacionales, por los que terminaría dirigiendo obras como la Estación de Ferrocarril de Stadelhofen (Zúrich), el puente Bac de Roda (Barcelona) o la Estación del Aeropuerto de Lyon. Sin embargo, y teniendo en cuenta sus raíces, sería València su gran plaza: primero a cuenta del Puente del 9 de octubre (1995), y luego con la emblemática Ciudad de las Artes y las Ciencias (1998).

Tal vez sea la obra más representativa de su estilo. ¿Y cuál es ese? Grandes estructuras de corte futurista. Hablamos de un conjunto de cinco edificios, concebidos para servir de recinto cultural y de polo de innovación en València, actualizó la imagen de la ciudad en el mundo y ha logrado atraer a un mayor número de turistas. No en vano, es la atracción más visitada, con 2’7 millones de asistentes al año. También fue objeto de polémica por el costo de las obras y sus sucesivas ampliaciones, en un momento de gran tensión política. Siempre protagonista; siempre discutido.

Santiago Calatrava
Museo de las Ciencias Príncipe Felipe (València)


Los edificios que se caen


A las obras de Calatrava se les afean los presupuestos dudosos (que le han valido varios litigios judiciales) y los costes de mantenimiento. Luego está el tema del estilo personal, porque los proyectos se parecen demasiado entre sí. Pero si hay algo que ha desatado las críticas de a profesión, sin duda son los fallos estructurales: algunos edificios no sirven a su propósito y otros, literalmente, se han terminado por desmoronar.

Pensemos en el aeropuerto de Bilbao, que consta de una sala de espera a la intemperie; o en el puente Zubizuri, en la misma ciudad, cuyos suelos de cristal son deslizantes con la lluvia. Y oye, en el País Vasco llueve mucho. El Ágora de València ha presentado numerosos problemas, como el estallido de sus ventanales, que el arquitecto se niega a solucionar sin inversión pública. Y en lo referente al Palacio de Congresos Princesa Letizia de Oviedo, nunca se ha logrado levantar el dispositivo móvil, concebido a modo de visera, por problemas en su mecanismo hidráulico. 

Podríamos seguir, pero es suficiente. El diario estadounidense The New York Times llegó a publicar, en 2009, que los edificios de Calatrava presentan “una preocupante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y el limitado propósito al que sirven”. También los hay que han salido en su defensa. Hace poco, el arquitecto español Ricardo Bofill elogió a su compañero: “Aunque haya fallos y algunos edificios se caigan, es bueno en su profesión y una persona que cuenta con un gran valor a nivel internacional. Calatrava está en el star system mundial”.

Santiago Calatrava
El Oculus, en el Westfield World Trade Center (Nueva York)

En los últimos tiempos


Seamos justos. La singularidad del trabajo de Calatrava le ha valido numerosos reconocimientos en el mundo. Por ejemplo, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que recibió en 1999, o el Premio Nacional de Arquitectura, que llegaría en 2005. Una década más tarde también recibió el Premio Europeo de Arquitectura, que se suma a otras condecoraciones internacionales.

Entre sus proezas recientes, cabe mencionar su impronta en Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre. En 2014, fue seleccionado para la reconstrucción de la Iglesia Ortodoxa Griega, cuyo edificio actual se inspira en Santa Sofía. También ha creado el intercambiador de transporte Oculus, dentro de la denominada Zona Cero, que combina los trenes de cercanías, el metro neoyorquino y el enlace ferroviario con el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy. Vidrio y acero para evocar, en sus propias palabras, «un ave liberada por las manos de un niño”.

Calatrava es, en definitiva, una figura impactante. En este arquitecto convergen la creatividad y la innovación que, en comunión con sus conocimientos de ingeniería, le han permitido vérselas con algunas de las estructuras más importantes del mundo. Cualquiera que vea una de sus obras sabrá de inmediato que le corresponde. Y eso, mal que pese, es tener estilo propio; un estilo que además se identifica, de manera irremediable, con la ciudad de València.

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