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Las mayores pifias arquitectónicas de Valencia

Escrito por Almudena Ortuño

18 diciembre, 2019

Ya se sabe que las buenas intenciones pueden dar malos resultados. Aquí va un listado con los mayores errores (y horrores) en cuanto a edificios de la ciudad


El arquitecto aspira a que su obra perdure, pero como en todo, las cosas no siempre se dan según lo previsto. A veces se puede trascender, no tanto por el acierto, sino más bien por el error. Solo hay que pensar en el 20 Fenchurch Street de la City de Londres, más conocido como el edificio Walkie Talkie, que saltó a la fama por quemar todo lo que reflejaba su fachada (nadie pensó en el efecto lupa!). O la Torre Beetham, la construcción más alta de Manchester, famosa no solo por sus 168 metros y 47 plantas, sino también por el peculiar zumbido que emite cuando sopla el viento. A taparse los oídos.

Pero no hay que irse tan lejos. En València también tenemos de esas, y además unas cuantas. Pifias arquitectónicas para el recuerdo. Historias rocambolescas de arquitectos cuyos proyectos devinieron en algo que nadie esperaba ni deseaba. Es habitual que hablemos del rico patrimonio de nuestra ciudad, pero igualmente necesario es mencionar los desaciertos. Bien sea para que no se vuelvan a producir, o bien por la peculiaridad en sí misma. Antes de cargar las tintas contra Santiago Calatrava, parémonos a pensar. ¿Acaso la torre de Pisa no es el fiasco mejor aprovechado de la historia?

Torre de Miramar. El mirador sin mira


A pesar del nombre, nadie va a mirar el mar desde aquí. Esta torre, situada en entrada Norte de la ciudad , sobre el túnel de la Avenida Catalunya, lleva años abandonada. Costó 24 millones de euros, bastante más de los 16 presupuestados. Si le sumamos los sobrecostes por mantenimiento, con la carretera y los jardines incluidos, ya tenemos la rotonda más cara de España. Tiene capacidad para albergar a 160 personas, mide 45 metros de altura y fue creada para divisar todo el litoral valenciano, pero lo cierto es que apenas se alcanza a ver la playa de la Malvarrosa. Estuvo abierta al público unos tres meses y, para colmo, el ascensor dejó de funcionar al poco de la inauguración.

Torre de Miramar
Torre de Miramar


Àgora y Palau de les Arts. Se inundan, se desprenden


Pasemos cuanto antes el trance de Santiago Calatrava, que es uno de los arquitectos más famosos en todo el mundo, pero también uno de los más controvertidos. El complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias tienen tantos amantes como detractores, y dentro del mismo, han sido especialmente cuestionados los edificios del Palau de Les Arts y el Àgora. El primero costó 478 millones de euros, para una programación incierta, que hoy se nutre básicamente de ópera, y a los siete años de inaugurarse, empezó a agrietarse. También tuvieron que retirarse las piezas que formaban la cubierta, porque resulta que se abombaban y se desprendían. Vamos con el Ágora, sin una utilidad definida, pero que ha albergado eventos como la Campus Party y el Open de Tenis con resultados muy cuestionables. En las dos ocasiones mencionadas, los asistentes se vieron sorprendidos por las goteras.

Edificios 19 y 20. Bomba en la Plaza del Ayuntamiento


Casi todas las ciudades se muestran aquejadas por ese mal tan propagado de quebrar la unidad arquitectónica de una plaza emblemática con edificios sin sentido. En Valencia tenemos el caso del 19 y 20 de la Plaza del Ayuntamiento. Un bloque moderno, con fachada de aluminio y cristal, que poco o nada tiene que ver con el resto de construcciones modernistas y emblemáticas de los alrededores. En su interior, oficinas y despachos, así que frialdad. El caso es que no son los únicos bombazos con los que se ha dinamitado el centro histórico, sino que tenemos otro buen ejemplo en la calle Na Jordana 32, donde se eleva una torre mal conservada, con dos medianeras inmensas. O el gigante de cemento de la Plaza de Brujas, donde se separan los barrios del Mercat y de Velluters, que se enfrenta y sirve de contrapunto a la belleza del Mercat Central de València. A alguien debió de parecerle buena idea.

Palau de la Música. Un techo peligroso


Más allá de las consideraciones estéticas, volvamos a prestar atención a las cuestiones estructurales, y en concreto a una que nos atañe ahora, pero sobre la que no se está haciendo mucho ruido. El techo del Palau de la Música se cayó este verano. Sí, sí, está cerrado desde entonces. Concretamente ocho metros de la sala Joaquín Rodrigo del Palau se desprendieron sobre el patio de butacas de madrugada. Que menos mal, porque el auditorio estaba vacío. Treinta años después de su construcción, el espacio se enfrenta a una temporada entera de clausura para acometer la reforma, cifrada en 5millones de euros (mucho más de lo que costó su ampliación). Toda su programación ha tenido que ser reubicada.

Torres Coresol
Torres de Coresol


Torres de Coresol. Así termina la ciudad


En el límite Sur de la ciudad, y también en el límite del sentido común, están las Coresol. Unas torres que actúan casi de murallas, pero sin mucho criterio estético, y mucho menos funcional. Los que eligen vivir allí ya saben que se las ven sin barrio, sin comercios y (así en general) sin nada. Pero también que deberán enfrentarse a las vías del tren, el tránsito de la V30 y unas vistas maravillosas al cauce (vacío) del río. Todo lo que nadie espera de la arquitectura residencial, en una suerte de mejunje urbanita, que se hizo rápido para que la metropolis siguiera creciendo y fagocitando los campos, hasta que, de repente… la burbuja pinchó. No hay transición hacia la huerta y supone un fuerte tajo al entorno. 

Y todavía demos gracias


Los valencianos hemos padecido los delirios de muchos gobernantes, pero por fortuna, nos hemos librado de otros. A veces por la acción ciudadana, como sucedió con el Plan Cabanyal o al detener la urbanización proyectada sobre el Parque Natural de El Saler, temas que ya relatamos en Atelier Jōm. Otras, sencillamente, por suerte. Porque lo cierto es que el Plan Aymamí, concebido en los años 30, ya soñaba con la apertura de la Avenida del Oeste más allá del Mercat, abriendo amplios bulevares por el centro. Entre nuestras pifias también podría haber estado la autopista multicarril por el cauce del Turia, pero oye, alguien supo mantener cerrado el cajón de las malas ideas. Y nos ha valido un jardín. Pues oye, estupendo. Ahora bien, no cantemos victoria tan rápido, que a tiempo de cagarla siempre estamos. 

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