La sección donde reflexionamos sobre lo que era y ya no es. O al menos, sobre cómo se transforma esta ciudad palpitante. Hoy toca el Cabanyal, el barrio marinero identitario
Hay un barrio en València que habla de mar. El mismo que nos recuerda quiénes fuimos, aquellos pescadores que faenaban entre redes, y quiénes todavía somos. Un barrio que mira en la dirección correcta –siempre en dirección a la orilla-. Con un costumbrismo, una cultura y una gastronomía que durante mucho tiempo se vio amenazada por el empuje de la modernidad, pero que por suerte supimos preservar a base de lucha ciudadana. Más que barrio es hogar, por cuanto tiene de identidad y de identitario. El futuro de València no se entiende sin El Cabanyal en el horizonte.
Establezcamos las fronteras. Perteneciente al distrito de Poblados Marítimos, se sitúa en el litoral Este de la ciudad, limitando al Norte con la Malvarrosa, al Sur con el Grao y al Oeste con Ayora. El nombre oficial del barrio es El Cabanyal-Canyamelar, aunque los vecinos tengan muy presente la frontera entre ambos territorios, que delimita la Avenida Mediterráneo. Como antiguo reducto marinero, entre 1837 y 1897 constituyó un municipio independiente de Valencia, llamado Poble Nou de la Mar. Aquello acabó, pero su peculiar trama en retícula viene, precisamente, de la distribución de las barracas.
Lo dicho: barrio marinero. ¿Y qué ilustra mejor esta ciudad que la huerta y la playa? El Cabanyal siempre ha sido fuente de inspiración. En sus calles jugaba el escultor Mariano Benlliure (1862-1947), mientras que sus barcos quedaron detenidos en los cuadros de Joaquín Sorolla (1863-1923). Es bien conocido el fervor de su Semana Santa Marinera. Y es imposible separar su costumbrismo de la gastronomía, que se caldea en las bodegas más populares, donde la olla recoge el producto de la tierra y del mar. El recetario incluye platos tan característicos como la titaina o los arroces marineros. Subir al tranvía, llegar hasta la arena. Pasear entre casas de colores, sobre sus calles empedradas.
El barrio más peleado
Quizá la época más recordada de El Cabanyal fueran los años de oscuridad. A finales de los 80, se había convertido en un barrio deprimido, con población envejecida, donde muy pocos se atrevían adentrarse. Fue entonces cuando el Gobierno local del PP recuperó un plan urbanístico del siglo pasado, que incluía la demolición de más de 1.000 casas de la zona, sin tener en cuenta su valor arquitectónico y cultural. Puestos a prolongar la avenida de Blasco Ibañez hasta primera línea de playa, poco importaban las pintorescas casitas de pescadores, con sus fachadas de azulejo y sus balcones de hierro. Por suerte, algo se opuso a las excavadoras. Y fue, nada más y nada menos, que la lucha ciudadana.
En 1999, la Plataforma Salvem el Cabanyal solicitó al Ministerio de Cultura la adopción de medidas estatales que evitaran el expolio valenciano, requerimiento que se sumaba a muchas otras demandas por la vía judicial. Uno de los momentos más duros fue en 2010, cuando la Administración de Rita Barberá inició una serie de derribos, con cargas policiales incluidas. Fueron meses de manifestaciones y protestas, cuando día sí y día también la gente salía a las calles para hacer frente a las máquinas.
El conflicto no concluiría hasta 2015, cuando las elecciones municipales llevaron al poder al Gobierno de coalición formado por Compromís, Socialistas y Valencià en Comú. Con él terminaban 15 años de lucha vecinal y se derogaban los planes desarrollistas. En sentido opuesto, se ponían en marcha distintas actividades de revitalización, que pasaban por la reordenación urbanística y la compra pública de viviendas para rehabilitar. La Conselleria y el Ayuntamiento han creado una ventanilla única, la Sociedad Plan Cabanyal, que también elabora un registro de solares e inmuebles públicos para sacar en alquiler. La cotización de la vivienda está subiendo como la espuma en la zona.
No se puede hablar del nuevo Cabanyal sin hacer referencia a al impulso cultural. Aunque siempre ha sido un territorio inspirador, ahora se ha convertido en un lugar de tendencia. “La nueva Ruzafa”, que dirían los jóvenes. Un barrio apartado, con casas que hablan de la historia, pero acciones que nos llevan al futuro, como la recuperación del emblemático Teatre El Musical en 2015. También han proliferado colectivos artísticos y musicales, que se instalan en casas históricas para potenciar su recuperación. Por no hablar de la nueva vida lúdica de La Marina de València y Los Tinglados del Puerto, de los que ya no se espera tanto rentabilidad económica, como tejido cultural y contribución ciudadana.
Y claro, oye, la gastronomía: a la histórica bodega Casa Montaña le han salido casi tantos seguidores como competidores. Qué bien sienta comer esas anchoas o ese bonito, con una ensalada de tomate y un vaso de vermú casero, siempre que se haga mirando en la dirección correcta.
Mirando al mar.
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