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Cómo se relacionan arquitectura y educación

Escrito por Xavi Planells

15 septiembre, 2020

No cabe duda de que la arquitectura y la educación son dos conceptos relacionados. La actividad docente acoge de forma simultánea a un gran porcentaje de la población. En nuestro país, en el pasado curso, teníamos una cifra cercana a los 10 millones de alumnos sumando todos los niveles, lo que implica que cada día, más del 20% de la población usa y transita los espacios educativos. Podemos compararlo con el porcentaje de población activa ocupada, viendo que esta es casi el doble, pero estos 18 millones de personas pueden desempeñar su jornada en sitios de lo más variado: desde oficinas y naves industriales, a la vía pública o en casa. Pero todos los estudiantes están necesariamente en centros dedicados, ya sean de educación infantil, colegios, institutos o universidades.

Sobra decir que la arquitectura deja un poso en nosotros, ya sea de una forma nostálgica como de manera mucho más funcional. Podemos recordar nuestra época de estudiantes, pensando en aquellos pupitres de hierro y madera que ahora bien podrían decorar el gastrobar más cuqui de todo Pinterest, pero también nos puede dejar una huella si hemos disfrutado de múltiples posibilidades y espacios o si estudiábamos hacinados en barracones. Y seguramente nos influirá también si tenemos que elegir centro para nuestros hijos e hijas.

Colegio Alemán de Valencia, bien

¿Puede ser útil la arquitectura para la educación? Hablamos ya de si el diseño de los espacios puede ir más allá de contener a los estudiantes, de si esa influencia que comentamos puede ser deliberadamente positiva. En tiempos de pandemia, por ejemplo, vemos que los espacios son muy importantes, tanto por cantidad, que al final contaremos con el espacio que contemos, como por calidad. Las escuelas que estén diseñadas para contener al mayor número de alumnos en el menor espacio posible quedarán irremediablemente detrás de las diseñadas por y para el bienestar de sus usuarios. Ojo, como pasa en la “vivienda post-Covid”, el límite siempre lo va a marcar el presupuesto.

Tampoco se trata solo de espacio. Como agente inmobiliario, he escuchado muchas veces, en boca de clientes, eso de “este espacio es grande, pero es muy frío”. Puede que el arquitecto que haya diseñado ese espacio piense que no está hecha la miel para la boca del asno, pero eso acaba dando igual al usuario, que quiere sentirse a gusto en el lugar que habita. Y lo mismo pasa con los estudiantes, que, aunque no suelen preocuparse por estas tonterías (y posiblemente se quejarán de todo menos de la arquitectura), se van a ver marcados de por vida por lo que la arquitectura les transmite. Por ello, la arquitectura puede actuar también en las vidas de los niños y niñas.

Barracones, mal

¿Cómo puede ser útil la arquitectura para la educación? Pensemos que los centros educativos suelen ser los lugares donde los niños y niñas se ven solos (sin sus padres o ningún familiar cerca) por primera vez en su vida. Si su colegio se parece a un hospital de la postguerra, difícilmente se van a sentir arropados. Pensemos que va a ser el continente de la actividad de los niños y niñas, y lo va a ser durante muchas horas al día, muchos días al año, y muchos años de su vida. Y este continente puede “hablar” con ellos, ya sea aportándoles zonas de juego, de forma concreta o abstracta, o, cuando son más mayores, aportándoles zonas de esparcimiento. En este sentido, un espacio tiene que atraer a los estudiantes, antes que retenerlos. Más verde y menos rejas, por escribir una máxima de lo más simple.

Pensemos que, especialmente en ciertas edades, los alumnos prefieren no estar en clase. Mejor fuera que dentro, como diría Shrek. Si la arquitectura consigue, en cierto modo, invertir esta tendencia, podemos decir que está logrando su objetivo.

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